Una de las cosas que siempre me parecieron absurdas sobre la religión – en mi caso particular, sobre el cristianismo – incluso cuando era niño y creía que Dios realmente existía, era ese constante agradecimiento que muchas personas tenían hacia Dios por cuanta cosa buena, muchas veces insignificante, sucedía en sus vidas. Por el otro lado, cuando algo malo sucedía, eso ya no era atribuible a Dios. Eso era “culpa del hombre”, un “mal uso del libre albedrío que Dios nos dio”. Si me hubieran dado un quetzal por cada vez que escuché a alguien decir (y continúo escuchando, o en estos tiempos, leyendo en Praybook Facebook): “Dios trabaja de maneras misteriosas” o “Esas son las pruebas que el Señor nos pone para probar nuestra fe” o “Dios sabe lo que hace, los ingenuos somos nosotros”, no sería millonario, pero probablemente hubiera podido comprar mi primer carro sin necesidad de pedir un crédito.
Y lo que me molesta no es la gran disonancia cognitiva que acabo de describir, sino que este constante agradecimiento se acepta en la sociedad como una seña de gran humildad, y quien lo hace es considerado como un “gran hombre” o una “gran mujer”, cuando en realidad es un derroche de arrogancia sin comparación. También es un insulto a Dios, si es que tal ser existe. Agradecer a Dios por estas cosas tan insignificantes como por haber encontrado un parqueo libre, por haber ganado un examen, por haber metido un gol o por haber salido ileso de un accidente equivale a creer que hay algo sumamente especial en usted. Algo tan especial, que el creador mismo del Universo, teniendo el poder de hacer cualquier cosa – como curar el cáncer, terminar con la hambruna mundial, evitar desastres naturales, violaciones de personas inocentes, etc. – prefiere invertir sus energías en usted y sus deseos efímeros. Incluso si usted cree que Dios lo sacó de las drogas, le curó su alcoholismo, le salvó la vida, le ayudó cuando nadie más lo hizo, le consiguió trabajo, arregló su matrimonio o le dio algo mucho más profundo, aquí hay una estadística perturbadora. No es mi intención denigrar ninguna de sus experiencias, pero sí creo que vale la pena reflexionar sobre esto:
El día de hoy, en el tiempo que usted lleva despierto, han muerto miles de niños a causa del hambre. Si usted es de las personas que madrugan, probablemente para cuando abra los ojos, ya habrán muerto unos 7.000. Para cuando se duerma, la cifra ya aumentó a 22.000 y para cuando llegue la media noche, el total habrá alcanzado la trágica suma de 26.000 niños muertos.
¿Por qué debería Dios contestar sus oraciones, cumplir sus deseos, evitar sus desgracias?
Sí. Esto es lo que sucede todos los días alrededor del mundo.
Trágico, ¿verdad?
Estoy seguro de que muchos cristianos y religiosos en general incluyen a estos niños en sus oraciones diarias. A pesar de estas peticiones masivas, la cifra no baja. Al contrario, sube cada vez más. A pesar de los buenos deseos y de su genuina intención por persuadir al creador del Universo a que alivie el sufrimiento de toda esta gente, sus oraciones, en muchas ocasiones resultan en más mal que bien. ¿Cómo? Pues les hacen creer que están haciendo algo, cuando en realidad sólo están pidiéndole algo a un amigo imaginario. Esto resulta en un gran desperdicio de energía humana que se pudo haber invertido en algo más productivo. El escritor y abolicionista de la esclavitud Frederick Douglass dijo alguna vez: “Recé durante veinte años, pero nunca recibí ninguna respuesta hasta que recé con las piernas”.
Si quiere comenzar a “rezar con las piernas”, a hacer en lugar de apelar a supersticiones, pues un buen comienzo es ir a la protesta de este 16 de octubre en el Obelisco. Allí podrá conocer más gente dispuesta a ayudar y a comenzar a hacer algo al respecto. La protesta, por sí sola, no cambiará la situación, pero puede ser una plataforma para algo más grande y más concreto.
raul de la horra
Mejor yo no lo habría podido escribir. Coincido al ciento por ciento en todo lo que has dicho. Me hace respirar.
Admin
¡Gracias Raúl!
Pedro Samayoa
….alguien muy querida por mi tiene esto en su Skype “”Las acciones sin amor no tienen significado y el amor sin acciones es irrelevante” Hafsat Abiola
Me parece que nuestra sociedad está todavía en el estadio piagetiano del pensamiento concreto….ahhh y alguien me contró alguna vez esta belleza: “Dios mío cuídame el camello. Y Dios le contestó: Te cuido el camello pero primero amárralo”….:)
manuel
si “dios” te consiguió un trabajo, a laguien mas se lo quito y lo dejo sin nada.
Eso es lo que me gusta decirles a esas personas, y vieras como se enojan.
TROLENCIO
Tu madre culero, solo mamadas sos, busca chanse mejor mula cerote idiota imbesil
Admin
Veo que seguís esparciendo tu brillantez intelectual y tu grandeza “espiritual” por todo el internet, jkim. Se escribe “chance” no “chanse”; y se escribe “imbécil”, no “imbesil”. Ah…la ironía.