Es importante que nos informemos en base a fuentes objetivas y confiables, que no estén nubladas por las percepciones personales del autor. Para ello, lo mas objetivo es basarse en estudios científicos, y ya depende de cada quien si quiere aplicarle a dicha información su propia percepción moral acerca de las cosas.
Este es un tema merecedor de un ensayo, una tesis, o un libro completo. Sin embargo, quisiera hacer una crasa alusión a algunos puntos centrales de los que argumentan en contra del aborto, en un breve texto de menos de dos mil palabras:
El aborto está en contra de las leyes de dios.
Este es un argumento válido únicamente para las personas que creen en dios. Para las que no, es un argumento de pica-pica. Y dicho sea de paso, que nadie tiene el derecho de imponer las leyes de su propio dios sobre los demás, o de juzgarle por no seguirlas. También vale la pena mencionar que algunas religiones no-teístas —como el Budismo— también están en contra del aborto, primordialmente por la creencia en la reencarnación. Sin embargo, tanto la hipótesis de dios, como la de la reencarnación no son plausibles ni falsables, y por tanto no existe evidencia que las corrobore o las refute. Además, el debate del aborto con base a este punto es infructuoso con personas que dan más valor al mito que a la evidencia. Parafraseando al afamado filósofo Sam Harris: “si alguien no le da valor a la evidencia, ¿qué evidencia se le puede proveer que compruebe que debería de valorarla? Si alguien no da valor a la lógica, ¿qué argumento lógico se le puede presentar que compruebe que debería de valorarla?”
Es ilegal (va en contra de las leyes de los hombres).
Lo es, pero que algo sea legal o ilegal no necesariamente quiere decir que sea razonable. En Afganistán, es legal matar a pedradas a la esposa adúltera, o a la jovencita que no sangra en su lecho de bodas, y no por eso creemos que eso es razonable, ¿o sí?
Las leyes suelen definirse en base al sistema de valores dominante, que a su vez está fuertemente influenciado por la(s) religión(es) predominante(s), que en el caso de Guatemala, son las religiones cristianas. Nuestra constitución —firmada en 1985— favorece claramente a la iglesia católica, otorgándole privilegios exclusivos, como la personalidad jurídica y la extensión de títulos de propiedad para los bienes que posee. Por ello, no debería de extrañarnos que lo establecido en nuestra constitución en torno a temas como el aborto, esté fuertemente influenciado por el sistema de creencias propio del catolicismo.
En el Artículo 3°, del Capítulo I, Título II de la Constitución Política de la República de Guatemala, dice textualmente que “el Estado garantiza y protege la vida humana desde su concepción, así como la integridad y la seguridad de la persona” (¡sí, claro! a eso de “la seguridad de la persona”). Según la RAE, la concepción se da en el momento de la implantación del embrión en la pared uterina, evento que ocurre al 7° día posterior a la fertilización. Aunque en términos médicos, la palabra “concepción” tiene el mismo significado que establece la RAE, para algunos otros es sinónimo de fertilización (es decir, el momento en que un óvulo y un espermatozoide se unen para formar una célula con carga genética doble). Es por eso que la píldora del día después no es ilegal. Porque debe tomarse dentro de las primeras 72 horas después del acto sexual, es decir, durante esa primera semana del desarrollo embrionario que no es reconocida por la ley. Dicho sea de paso, que a pesar de no ser ilegal, dicha píldora aún no es de libre acceso en farmacias de conveniencia debido al tabú en torno a su uso… o al menos no es de libre acceso bajo el nombre de “píldora del día después”.
Las leyes de un país deberían irse modificando para adecuarse a los cambios que sufren las sociedades con el paso del tiempo, deberían de respetar la diversidad de ideologías escépticas y religiosas siguiendo criterios laicos que no favorezcan a una congregación en particular, y deberían de garantizar la libertad del individuo. Específicamente, deberían de garantizar la libertad de la mujer de decidir sobre su propia vida y sobre su propio cuerpo. Algunos afirman que esa libertad termina (como si ellos fueran quiénes para determinar en dónde comienza y en dónde termina la libertad de los demás) cuando hay “otra vida” gestándose dentro del cuerpo de una mujer. Sin embargo esa “vida” no es independiente ni biológicamente capaz de sobrevivir por sí misma. El embrión no es un autómata biológico, como sí lo es la madre, de modo que valdría la pena re-considerar si el criterio de separación en dos unidades discretas es aplicable cuando nos referimos a una mujer en gestación, de manera similar a como un subconjunto es parte de un conjunto mayor, pero no es independiente de éste.
El aborto supone la terminación deliberada de la existencia del embrión, aunque éste no sea autónomo y tampoco se sepa a ciencia cierta desde qué momento puede considerársele “vivo”.
El criterio de ilegalidad del aborto es subjetivo porque está permeado por una ideología conservadora que pretende imponer los propios valores sobre mujeres que en la mayoría de casos ni siquiera se conocen. Este criterio es a todas luces circular.
No es natural. Ningún otro animal hace tal cosa.
A algunas personas solo les gusta compararse con otros animales cuando les conviene, pero generalmente se creen diferentes. Se creen superiores. Piensan que los animales son los otros, y no ellos. Piensan que ellos no son animales, si no una forma de vida “superior”.
Pero bueno, a estas personas habría que contarles que de hecho, algunos animales sí pueden abortar. Otros hasta matan y se comen a las crías después de nacidas. Las leonas por ejemplo, se pueden auto-inducir fisiológicamente un aborto cuando se enfrentan a la estresante situación de tener que someterse a un nuevo macho alfa, que matará a cualquier cría que no sea de él. Esta es una estrategia ventajosa para las hembras, ya que invierten menos energía fisiológica en la terminación temprana de la preñez, que en parir a crías que de todas formas no tendrían posibilidad de sobrevivir. Esta estrategia también es utilizada por monos babuinos, y seguramente también por otras especies de las aún desconocemos. Otro ejemplo son las hembras de armadillo, que además también poseen la capacidad de retrasar la preñez hasta que las condiciones sean más favorables para la crianza. Así es que sí: los animales también abortan.
Convencionalmente se considera “natural” a todo aquello que no haya sido intervenido por “la mano del hombre”, y como los abortos realizados en un quirófano no son fisiológicamente auto-inducidos ni espontáneos, se consideran “anti-naturales”. Sin embargo, las definiciones de “natural” y “artificial” son debatibles si consideramos que toda cosa “artificial” ha sido hecha por un animal creado por la naturaleza. ¿O acaso los humanos no somos animales pues? Es como decir que la creación de herramientas no es natural para otros animales capaces de fabricarlas, como los cuervos o los chimpancés, entre otros.
El argumento de la innaturalidad del aborto solo tiene sentido cuando separamos las acciones de los humanos de su origen natural. Esta distinción discreta de lo que un humano hace, de lo que es, es una abstracción humana. Los humanos también somos organismos naturales.
Es asesinato.
Este concepto denota la privación —con alevosía— de la vida de otro ser humano. De nuevo, dejando de un lado las visiones religiosas y filosóficas antropocentristas que colocan al ser humano en la cúspide de una jerarquía —artificial— de valor en la naturaleza, en términos estrictamente pragmáticos, un tacuacín no tiene más valor que un humano en el orden natural de las cosas. Sé que esta es una idea difícil de asimilar cuando no se comprende que los humanos solo somos una interconexión más dentro de la compleja red de relaciones ecológicas existentes entre los organismos y el medio ambiente, pero bajo esos términos, tan asesino es alguien que mata a una vaca o a una zanahoria para comérselas, como alguien que se realiza un aborto. Después de todo, si tomamos el significado de asesinato como la privación intencional de la vida de otro organismo, somos asesinos seriales e inconscientes de cuanto animal y vegetal nos comemos.
Además, las personas que alegan que el aborto es asesinato, tal vez deberían de ser más honestas y estar también en contra de la fertilización in-vitro (que es un procedimiento en el cual se producen muchos embriones que luego son desechados), de la utilización de células madre, y de la terapia génica en el tratamiento de múltiples enfermedades, ¿o no?
Tiene consecuencias para la salud física y psicológica de la mujer.
Esto es cierto solo si es realizado de manera negligente. Aunque el legrado es un procedimiento quirúrgico muy sencillo del cual una mujer puede entrar a una clínica y salir caminando unas horas más tarde, es innegable que existen algunos casos que se han complicado, e incluso han repercutido en infertilidad. Esto no es consecuencia de la praxis abortiva per se, si no de la negligencia del médico que la practica; o en el peor de los casos, de la persona no-médica que practica abortos en cualquier lugar con instrumentos rudimentarios en condiciones no estériles.
Las “clínicas” clandestinas en las que se practican abortos, tal vez no existirían si fuesen legales y estuviesen reguladas por ley. Además, existen muchos procedimientos quirúrgicos que atentan en contra de la salud de una mujer, que no son ilegales, como los implantes mamarios, liposucciones y rinoplastías, por ejemplo.
Las consecuencias psicológicas que pueda tener un aborto, dependen enteramente de si la realización de dicho procedimiento va de acuerdo —o en contra— de las creencias de la mujer que se lo practica, criterio que es enteramente subjetivo. Al final, no es lo mismo estar moralmente en contra del aborto que estar en contra de su legalización.
A las personas religiosas, habría que recordarles eso del libre albedrío. Si otra persona quiere cometer el “pecado” de abortar, pues entonces que deje que dios se encargue de castigarla mandándola al infierno. Igual, por algo dios “deja que las cosas pasen”, y al final “nadie se escapa de su juicio”, ¿o no?
Con respecto a si una mujer debería de practicarse o no un aborto, yo diría que depende de sus convicciones personales. No le aconsejaría a nadie hacer algo que vaya en contra de sus principios, o que le vaya a hacer sentir culpable después. Sin embargo, si eso es lo que quiere, y está muy segura de su decisión, ¿porqué no? Si al final, cada mujer es libre de hacer con su vida y su propio cuerpo lo que ella desee.
Isa
Nunca había encontrado un artículo con tantas verdades, Guatemala tiene en el olvido estos temas tan importantes me alegra que existan personas que piensan y opinan con mente abierta.