Uno de mis pensadores occidentales favoritos es François-Marie d’Arouet, más conocido por su nom de plume, Voltaire. Su defensa implacable de la racionalidad, de los derechos humanos y de la libertad de expresión (“No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”)* me parecen admirables; y su elegante y sarcástica manera de hacerlo me parece un verdadero deleite para la mente.
Mucho de su pensamiento lo escribió en forma de cuentos, que eran como satíricas novelas cortas en las que los héroes no son personas de carne y hueso, sino ideas, y los villanos son supersticiones. Uno de mis favoritos es quizás L’Ingénu. Aquí Voltaire cuenta la historia de un habitante del Nuevo Mundo con un corazón inocente y curioso que llega a Francia y es convertido al cristianismo (por supuesto). Mientras se desarrolla la historia, su inocencia y su “ingenuidad”(entre comillas porque es relativa a la “sabiduría” de los católicos franceses) hacen que pueda ver las cosas como realmente son y esto da lugar a una serie de situaciones hilarantes que Voltaire utiliza para señalar las inconsistencias y las contradicciones del cristianismo.
Hay un pasaje en el que, por ejemplo, cuando el prior le pide la confesión al hurón, este le exige su justificación bíblica. El prior procede a leerle de la Epístola de Santiago: “Confesaos los pecados los unos a los otros.” El hurón calla y se confiesa sin más objeciones, pero cuando termina de hacerlo, saca al prior del confesionario, se sienta en su lugar y le obliga a ponerse de rodillas: “Vamos, amigo mío, dicho está: ‘Confesaos los unos a los otros’; yo te he contado mis pecados, tú no saldrás de aquí sin que me hayas confesado los tuyos.” Si aun no lo ha leído, léalo. Es una verdadera joya iconoclasta.
Hay una frase en Voltaire, sin embargo, que me parece muy extraña, como fuera de lugar en contraste con el resto de su obra—incluso con su deísmo: “Si Dios no existe, sería necesario inventarlo.” Es decir, que la creencia en dios es necesaria para evitar que el mundo se degenere en un caos moral; una afirmación con la que me topo con mucha más frecuencia de la que me gustaría. El año pasado formó parte de la campaña electoral de personajes como Patricia de Arzú, Manuel Baldizón y Harold Caballeros; fue uno de los preceptos centrales de la campaña Un Gobierno como Dios manda, de la Sociedad Bíblica Guatemalteca; y esporádicamente aparece en columnas de opinión. Un ejemplo reciente de esto último es el artículo del martes 5 de septiembre de Luis Felipe Valenzuela en PubliNews.
Recuerdo que de adolescente, antes de haberme topado siquiera con Voltaire o con algunos otros críticos de la religión organizada, pasaba algunas noches despierto hasta muy tarde viendo las estrellas fluorescentes pegadas en el techo de mi cuarto, pensando—entre otras cosas—en cómo la religión era la fuente de muchos de nuestros problemas. En ese momento conocía apenas una fracción de la plétora de creencias religiosas que existen en el mundo, e ignoraba que no todas estaban igual de alienadas de la realidad humana. Más adelante, pude concluir que el problema fundamental estaba en las religiones monoteístas judeocristianas, con su “moral inmoral”—como lo ponía Nietzsche—en el dogma y en la superstición.
No me cabe la menor duda de que cuando Luis Felipe Valenzuela propone que “este país se rija por la ley de Dios”, esa prescripción parte de un sentimiento noble y un verdadero deseo de que este país cambie para bien; cosa que no puedo decir de los políticos antes mencionados. Sin embargo, las buenas intenciones no son suficientes. Como dicen las abuelitas, de buenas intenciones está empedrado al camino al infierno, y el concepto mismo de un país regido por leyes “divinas” no debe de estar inmune a la crítica—se corre el riesgo de caer en una teocracia como la de la Iglesia Católica en la Edad Media o del Islam en el medio oriente actual.
Debo de decir que hay mucho en el corto texto de Valenzuela con lo que concuerdo. Para comenzar, yo también quisiera que gente religiosa dejara de lavar su racismo, misoginia, xenofobia, clasismo y homofobia con los “baños de pureza” que brindan sus dioses y sus religiones. También aborrezco la moral “doble, triple o cuádruple”, con la que muchas de estas mismas personas operan—sobre todo los llamados “líderes.” Creo que se requiere de muchos huevos, por ejemplo, para repetir desde el púlpito aquel pasaje de Mateo que dice que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos, luego de haberse bajado de un Mercedes Benz ostentando un Rolex y luciendo un traje Armani.
Sin embargo, no se me hace para nada evidente que la creencia en dios (asumo que Valenzuela se refiere al judeocristiano) o que los preceptos religiosos sean una “herramienta fundamental para erradicar las aberraciones de una sociedad.” Creo, al contrario, que los preceptos religiosos han servido en gran medida para perpetuar muchas de las aberraciones de la sociedad a las que Valenzuela se refiere; y el avance que hemos logrado en materias morales, lo hemos logrado no gracias a la religión, sino a pesar de la religión.
A pesar de que el 98% de los guatemaltecos son cristianos, no todos creen en lo mismo. Para empezar, ni siquiera todos creemos. Los que sí creen, tampoco se dividen nítidamente en católicos y evangélicos, como Valenzuela sugiere al principio de su texto. Existen muchas otras denominaciones “cristianas.” Los católicos veneran a los santos. Los evangélicos creen que esto es idolatría y que es una ofensa a su dios. Los mormones creen que Jesús llegó a Estados Unidos después de resucitar y que Joseph Smith era su profeta. Los Testigos de Jehová creen que todos ellos están equivocados y que las tranfusiones de sangre son una abominación.
Un gobierno que toma partido en esta discusión y prefiere las interpretaciones bíblicas de un grupo, por encima de las de otro, es una receta para el desastre. Aún si existiera unidad—cosa que no sucede—¿cómo decidir qué “leyes” seguir y cuáles no? ¿Qué hacemos con los niños que son malcriados con sus padres? ¿Los matamos como sugieren Levítico 20:9, Éxodo 21:17, Mateo 15:4 y Marcos 7:10? Con respecto a las mujeres que tienen relaciones sexuales antes de casarse, ¿las matamos a pedradas como sugiere Deuteronomio 22:20-21? A las mujeres que son violadas, ¿debemos de obligarlas a que se casen con sus victimarios como manda Deuteronomio 22:28-29? ¿Cuántos ejemplos más se necesitan para demostrar que un gobierno bíblico es una idea muy mala?
Pero hagamos a un lado estas grandes dificultades por un momento y tomemos lo que dicen varios apologistas religiosos para examinarlo como lo haríamos con cualquier hipótesis: La religión es necesaria para mantener sociedades sanas, felices y morales; una sociedad sin religión es inmoral, despiadada, cruel, enferma y miserable. ¿Será cierto?
Veamos.
Hasta hace poco, era imposible verificarla o refutarla. De una u otra manera, todas las sociedades eran profundamente religiosas. Entrado el siglo XX, empezaron a surgir las primeras sociedades irreligiosas, pero fueron creadas de forma violenta y obligada por dictadores sanguinarios como Hoxha (Albania), Pol-Pot (Cambodia), Mao (China) y Stalin (Rusia). No fue sino hasta mucho más adelante que sociedades irreligiosas “naturales”, por convicción propia, comenzaron a surgir lentamente. Tal es el caso de los países escandinavos (Suecia, Noruega y Dinamarca, Finlandia, Islandia, etc.). Así que ahora que ya existen sociedades naturalmente irreligiosas y seculares, ¿cómo son? ¿Son inmorales, despiadadas, crueles, enfermas y miserables?
A diferencia de lo que algunos pseudo-periodistas locales nos han querido hacer creer en meses recientes, los países escandinavos califican constantemente entre los países con más desarrollo humano, más libres, más democráticos, más igualitarios, más emprendedores, más saludables, más felices, más caritativos, más pacíficos, mejor educados, menos corruptos, menos violentos y más comprometidos con el medio ambiente. He aquí unos cuantos números:
Desarrollo humano – Noruega (1º), Suecia (10º), Islandia (14º), Dinamarca (16º).
Libertad económica – Dinamarca (6º), Finlandia, Islandia y Suecia (11º), Noruega (27º).
Libertad de prensa – Finlandia y Noruega (1º), Islandia (6º), Dinamarca (10º), Suecia (12º).
Más democracia – Finlandia (1º), Suecia (2º), Dinamarca (3º), Noruega (5º).
Menos corrupción – Dinamarca y Finlandia (2º), Suecia (4º), Noruega (6º), Islandia (13º).
GDP Per Cápita – Noruega (4º), Suecia (13º), Islandia (16º), Dinamarca (20º), Finlandia (21º).
Paz – Islandia (1º), Dinamarca (2º), Finlandia (9º), Suecia (14º), Noruega (18º).
Mortalidad infantil – Islandia (2º), Suecia (4º), Finlandia (5º), Noruega (6º), Dinamarca (17º).
Aparte, en Noruega (2009), Suecia (2009) e Islandia (2010) los matrimonios entre personas del mismo sexo son legalmente reconocidos y aceptados por su población desde hace varios años. Varios religiosos piensan diferente, pero el consenso parece ser que esto es una clara violación a “la ley de Dios.”
Así que no. Las sociedades no religiosas, con altos porcentajes de personas ateas o agnósticas, para quienes la religión no tiene importancia y con gobiernos que no legislan de acuerdo a la “ley de Dios”, no son sociedades inmorales, despiadadas, crueles, enfermas y miserables. Todo lo contrario, están entre las sociedades más prósperas en la historia del planeta. Por el otro lado, las más violentas, pobres, crueles, injustas, mortales e infelices son todas muy religiosas. ¿Significa esto que la religión conduce a la perdición y el ateísmo a la prosperidad? Por supuesto que no, pero sí comprueba que la prosperidad—tanto individual como colectiva—no necesita de la religión.
Respondiendo a la pregunta con la que titulé este texto, ¿si dios no existe, sería necesario inventarlo? La evidencia nos dice que lo más inteligente es precisamente lo opuesto.
* Esta frase, frecuentemente atribuida a Voltaire, nunca fue escrita o pronunciada por él. Fue utilizada por primera vez por Evelyn Beatrice Hall utilizando el pseudónimo Stephen G. Tallentyre en Los amigos de Voltaire(1906) para describir (con precisión, hay que decir) la actitud de Voltaire.
Alejandro Esquivel
“Habría que ser ateo aunque existiera Dios” No sé de quién es esta extraordinaria frase que resume muy bien lo que pienso. Incluso si Dios existiese habría que vivir como si no existiera… completamente dueños de nuestro destino y libres de sus cadenas.
Iglesias por escuelas | Guatemala Secular
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